
La paz de Cristo por su obra en la cruz, es la realidad en la vida del creyente, la cual consiste en que todo está bien con Dios, es la tranquilidad del alma al saberse amada con el amor divino, y que por lo mismo aun en los grandes pesares de la vida nos impulsa a sentirnos bien.
“Con todo lo que Cristo dijo e hizo, aun con su misma persona proclamó y encarnó en nosotros la paz, por eso es que él es la paz en nuestros corazones, la cual se vive y se disfruta permanentemente.”
Cristo es la paz entre Dios y nosotros y entre la humanidad; el deseo del corazón de Dios es que ya no exista más enemistad entre él y nosotros, y que también podamos superar todos los conflictos que existen entre nosotros los seres humanos. Porque todos los pleitos y conflictos brotan de nuestras pasiones desordenadas, fluyen de los deseos de nuestra carne.Cristo fue anunciado como el Mesías de paz, y aunque al venir al mundo muchos religiosos de su época lo rechazaron porque no creyeron en él, precisamente por su nobleza, por la paz que pregonaba y porque incluso, al liberar a las personas de sus enfermedades físicas, espirituales, y al liberarlos de sus pecados, los religiosos no toleraron eso, ya que el concepto de paz que tenían era diferente, pues hasta creían que eran los preferidos de Dios y que ningún conflicto existía con él.Muchos no aceptaron que Jesús tratara con los pecadores y publicanos, con los enfermos que eran marginados, ya que se les juzgaba por su condición, porque para muchos religiosos estaban así por algún pecado cometido por ellos, o por pecados generacionales. Jesús trajo la paz a todos ellos, mientras que los judíos esperaban que el Masía encabezaría una revolución contra los romanos quienes tenían el control de sus territorios y a quienes le pagaban tributos.Claro está, Cristo vino a traer la paz para todos, porque realmente todos estábamos en conflictos con Dios, tanto gentiles como judíos, en sí toda la humanidad pecó y quedó destituida de la gloria de Dios. Cuando vivimos la paz con Dios y con el prójimo, esta misma paz sentimos en nuestro ser interior, pues el maligno ya no puede acusarnos de nuestros pecados, y ante las adversidades estamos bien, porque esta es la misma paz que nos llega cuando estamos en grandes tempestades.