Dios nos pone cuidado, valemos mucho porque él nos creó, y tanto nos mostró su amor que envió a su propio hijo para salvar nuestras vidas.
“Debemos acostumbrarnos a depender de su cuidado, porque no solamente nos protege, sino que también nos asiste con su providencia. Antes que Dios nos creara con sus propias manos ya había asegurado nuestra provisión.”
Debemos alegrarnos en la atención que Dios nos da, hay que sacar de nuestro corazón la insatisfacción que se siente de anhelar solo cosas materiales, porque aunque ciertamente Dios también sustenta nuestro cuerpo, debemos anhelar que nuestra alma esté satisfecha y que nuestros mejores tesoros sean los celestiales. Por Cristo tenemos un lugar especial en el cielo.Tenemos el deber de trabajar con nuestras propias manos, pero esto podemos hacerlo productivamente con la bendición y la fortaleza de Dios, no tenemos que hacer más lo que nuestra propia fuerza nos permiten, decimos fuerza, aunque reconocemos que ella proviene de Dios, pero a dónde queremos llegar, es que no debemos entristecernos por lo que no podamos lograr y obtener.Nuestra madurez cristiana y nuestra confianza en Dios puede ser conocida con nuestra actitud ante la experiencia de vida. Es decir, si nos amargamos por lo poco que tenemos, o si nos alejamos de Dios por lo mucho que tenemos, está mal. Hay que aprender a vivir contentos y fieles con lo que Dios nos da, sea poco o mucho, siempre hay que agradecer y alégranos, porque todo proviene de las bondades de Dios, las cuales son el resultado del valor que tenemos para él.