Esta es la invitación amorosa de Dios, la cual es conveniente atender. Decimos que esta invitación es amorosa, ya que aun en los juicios más severos, Dios mantiene presente su amor, gracia y misericordia.
Claro está, que con el sólo hecho, que Dios nos dé la oportunidad para arrepentirnos es muestra de sus bondades, pues todo el que se arrepiente recibe el perdón y la vida eterna.El arrepentimiento verdadero se muestra en un cambio total de rumbo; si antes se caminaba en el sendero del mal, ahora se vive para Dios, si antes nos gozábamos en la maldad, ahora nos causa tristeza y dolor errar. No es que el arrepentimiento nos haga exentos del error, más bien, es que en términos generales se renuncia a la vida antigua para nacer de nuevo en Cristo.La entrega a Dios lleva consigo la actitud de humildad, por una parte, porque se reconoce la majestad de Dios, nuestra condición de criatura, pero además, aceptamos nuestra bajeza en la miseria del pecado, de la que solo se puede salir por la gracia y la ayuda de Dios.Cuando hay un verdadero arrepentimiento, hay vergüenza, dolor y lamento por esa vida horrenda en donde ofendimos, lastimamos y donde nos oponíamos al ser que nos creó y nos redimió. Pero en esta condición es donde brota el gozo de Dios y la bendición del perdón y la vida eterna, porque en lugar de la condenación, Dios nos otorga los derechos de hijos.