Esta forma de corresponder a Dios con todo lo que hacemos, hace que reconozcamos su señorío en nosotros, pero a la vez, de que bajo su bendición y con la fortaleza de Cristo todo lo hagamos bien, no solo porque glorifica a Dios, sino porque también Dios quiere que seamos exitosos en lo que hagamos.
Todo lo que hagamos debemos hacerlo en relación con Cristo, conforme a la voluntad de Dios y en correspondencia con sus propósitos. Cuando desarrollamos nuestros roles cotidianos, cuando emprendemos cosas en el nombre de Cristo las cuales glorifican a Dios, seguramente seremos exitosos en ello, ya que la voluntad de Dios en nuestra vida siempre tiene buenos resultados.
De aquí la importancia de conocer cada día mejor la voluntad de Dios, de consagrar nuestra vida y todas nuestras acciones a su santo nombre. La prosperidad en la vida humana en lo que en realidad tiene valor supremo, comienza con un rendimiento total ante Dios y con el ofrecimiento absoluto de todo lo que hacemos.
Es así como debemos hacer todas las cosas inspirados en Cristo, fortalecidos por Cristos y que a través de sus méritos sean aceptadas por Dios como la ofrenda de nuestro corazón, ofrenda que es de gratitud por el don gratuito de la salvación, la cual fue planeada por el Padre, ejecutada por el Hijo y hecha efectiva en nuestra vida por el poder del Espíritu Santo.