Dios nos salvó por medio de la muerte de Cristo, con eso nos ha dado lo mejor. Así que, a partir de esto todo lo demás que viene como añadiduras de esa grandísima bendición está garantizado. Hoy debemos vivir agradecidos y contentos aunque enfrentemos momentos adversos.
«Acercarnos a Dios es la posibilidad que emana de la gracia divina, pues Dios se ha acercado primero tan cerca de nosotros, que ahora podemos acercarnos a él. A través de Cristo tenemos acceso directo a Dios, podemos reposar en él al ser liberados del peso del mal, al recibir la fortaleza para superar nuestras adversidades y al ser perdonados de nuestras maldades. Sólo Dios puede darnos la esperanza de estar bien aquí en el mundo, pero además, nos alienta para esperar un futuro más glorioso.»
En medio de nuestras dificultades debemos confesar que Cristo es el Señor y el Salvador de nuestra vida, y debemos aferrarnos a ello para que nuestra vida no se canse hasta desmayar. Todas las cosas difíciles que vivimos sirven para que Cristo sea manifestado y reconocido como necesario para vivir con esperanza, porque sin él la vida pasa sin gozo, y además, el futuro no tiene valor.
Todo lo que Dios nos ha prometido tiene garantías en Cristo, pues el nuevo pacto con el que Dios nos comunicó las promesas fue sellado con la sangre de Cristo, el murió como garantía para que todas las bendiciones de Dios, tanto presentes y futuras sean derramadas como han sido prometidas.
Por esto es por lo que nuestra fe debe ser puesta en Cristo, y a pesar de toda tribulación debemos permanecer confiando, porque nada hará que Dios retenga sus promesas, más bien, todo lo que vivimos es la ocasión para la manifestación bondadosa de Dios con sus promesas.