Todos los seres humanos, poderes y gobiernos debemos reconocer que Dios está por encima de todo, por lo tanto, su autoridad es absoluta, por lo cual debemos someternos a los mandatos de su voz y no como se someten forzadamente a los tiranos, sino voluntariamente, porque lo que Dios nos ofrece es también fundamental y bondadoso para nuestra vida, ya que de él emana la paz, el gozo y la esperanza con la que podemos estar bien.
«Toda nuestra vida debe ser impactada con el conocimiento y reconocimiento de quién es Dios, y debemos actuar en consecuencia; en arrepentimiento y en adoración.»
El arrepentimiento consiste en volverse a él, es decir, dejar el camino contrario a su voluntad para acatar sus mandamientos. La adoración es el reconocimiento que todo lo bueno emana de sus manos bondadosas y que todo lo que somos, tenemos y hacemos debe ser hecho conscientemente para su gloria.
Reconocer la presencia de Dios nos da seguridad, en la convicción que si Dios es omnipresente y todopoderoso nuestras vidas están bajo su cuidado cuando tenemos conciencia de que estamos honrando su nombre, de lo contrario, el alma no puede estar bien, porque se sentirá desprotegida, y además, perseguida por la justicia divina. Dios no solamente es el Creador de nuestra vida, sino que también, es el redentor.
Por otra parte, aceptar en la práctica de nuestra vida, que Dios es soberanos, es decir, que es superior a todo y que todo lo rige, nos ayuda a tener certeza presente y futura, porque sabemos que todo está bajo su gobierno, y que por lo tanto, todo sucede de acuerdo a sus planes y que todo será para el bien de quienes lo reconocemos como Dios y como el Rey de nuestra vida.