Somos salvos sin merecerlo

La maldición del pecado alcanzó a todos, lo mismo el poder de la muerte sujetó a la humanidad. Sin embargo, también la gracia de Dios fue revelada en Cristo para ser traslados de la miseria  a la gloria de Dios. La salvación que hoy tenemos y las bendiciones que disfrutamos, no las merecemos, pero Dios quiso concedérnoslas por su puro amor.

«La gracia de Dios es su favor activo que otorga el más grande de los dones a quienes merecen el mayor de los castigos, es por la que cotidianamente son suplidas todas nuestras necesidades, especialmente las espirituales, y así somos enriquecidos con los tesoros celestiales.»

Nunca están ausentes las bondades de Dios, pues aun en medio del castigo y de la disciplina están presentes su amor y misericordia, ya que Dios siempre nos muestra el camino para el arrepentimiento, y lo necesario para nuestra restauración.

Estando en nuestra peor condición de vida, bajo la maldición del pecado y sometidos al poder del maligno, se apareció la gracia de Dios mediante el evangelio por el poder de Espíritu Santo, así nos fue implantada la fe y la vida eterna, por eso es que hoy somos salvos, sólo por la gracia bendita de Dios.

La gracia vino a rescatar al hombre del mayor mal posible, a saber, la maldición de Dios sobre el pecado; y para otorgarle el don más grande posible, esto es, la bendición de Dios para el alma y cuerpo por toda la eternidad.

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