
Siempre debemos obedecer, adorar y depender de Dios con la plena certeza, de que nuestros hijos también sean bendecidos cuando nosotros como padres actuamos reverentemente ante Dios. Pero además, debemos tener presente que los hijos aprenden de nuestro ejemplo, porque aunque la fe no se traspasa, hay promesas divina para los hijos cuando son instruidos en el evangelio y en el temor de Dios.
“Debemos actuar con altísima responsabilidad y diligencia en nuestra práctica devocional, comunión y servicio a Dios, y en la tarea de instruir a los hijos en la carrera de la vida cristiana.”
El anhelo de Dios es que toda la familia adore junta, que todos sean bendecidos con la salvación y con la vida eterna. Por esto los padres debemos ser genuinos en nuestra convicción cristiana, y siempre a lado de nosotros deben estar nuestros hijos, viviendo la experiencia del evangelio lo cual hará que crezcan en estatura pero también en gracia. Cuando vivimos en la familia de esta manera podemos disfrutar la vida familiar en el presente, pero además, estamos sembrando para que nuestras siguientes generaciones cosechen bendiciones de Dios.No debemos confundir el temor de Dios con un miedo aterrador. El temor a Dios es reverencia y sometimiento voluntario, tal sometimiento no es por miedo destructivo, sino por confianza que protege. Tal vez muchos padres se sientan fracasados porque sus hijos estuvieron en la iglesia sólo en la infancia, pero cuando crecieron se apartaron del camino de Dios. Puede ser que en algunos caso, se obligó a los hijos para que “practicaran una religión”, pero no se les enseñó a amar y a confiar en Dios.Hoy es buen tiempo para disfrutar de Dios juntos en familia, gozarnos en él para siempre y aprender el principio de amar y adorar a Dios por sobre todas las cosas, de vivir sólo para él, con la esperanza de que de él provendrá la protección y las provisión para que nuestras generaciones vivan felices en la tierra y en la vida venidera.