
Si buscamos la ayuda de Dios esperemos su respuesta conforme a su voluntad, ya que Dios sabe perfectamente lo que estamos padeciendo y conoce el remedio, pero al decir verdad, Dios mismo es la solución de nuestra vida, por eso en cada situación nuestro mayor anhelo debe ser la manifestación de Cristo y ser llenos de él.
“Al Señor busqué en el día de mi angustia; Alzaba a él mis manos de noche, sin descanso; Mi alma rehusaba consuelo.” Salmos 77:2 RVR1960
En los días de angustia debe prevalecer la oración, nuestra confianza por encima de la incredulidad, la esperanza a pesar de la incertidumbre y el ánimo pese a que los momentos sean muy difíciles. Debemos buscar a Dios hasta encontrarlo, ya que Dios no se esconde, y además, porque buscar a Dios no es cansado, más bien, nuestra vida es bendecida al descansar de la angustia en las manos y en la respuesta de Dios.Si sentimos que Dios se ha apartado de nosotros en verdad la angustia está causando efecto positivo, porque el propósito es que aprendamos a relacionarnos con Dios cada día, que sintamos la necesidades de él y que echemos mano del recurso de la oración que nos ha dado para que no estemos solos en el día del dolor, pues siempre quiere acompañarnos, pero espera nuestra oración como un acto de fe y como la manifestación de nuestro anhelo ardiente por querer la compañía, consuelo y fortaleza de Dios en nuestras pruebas.Recibamos con gozo el consuelo de Dios, porque desde un principio Cristo mismo nos advirtió de las angustias, pero también nos prometió al Consolador, el cual procede del Padre y es enviado por él. Oremos lo necesario para que nuestra vida no carezca la necesidad de la presencia del Espíritu Santo, dejémonos guiar por él, atesoremos la palabra de Dios y seguramente el Espíritu Santo hará su obra en nuestra angustia, y así todas nuestras adversidades serán la oportunidad para gozarnos en Dios, porque si en la angustia buscamos a Dios esteremos bien.