
Por el amor de Dios en Cristo fuimos liberados del poder del pecado, por lo cual ya no vivimos para el pecado bajo maldición y condenación, sino que ahora vivimos por Cristo y para la gloria de Dios conforme a su justicia, porque precisamente con la fe en Cristo somos justificados del pecado, ya no debemos nada delante de Dios y somos curados del mal del pecado.
“quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.” 1 Pedro 2:24
Cristo sufrió la maldición por causa de nuestros pecados muriendo en la cruz del calvario, ya que maldito era todo aquél que moría colgado en un madero. Aunque Cristo no conoció pecado, nosotros le hicimos pecado y maldición, es decir, Cristo no pecó, pero se hizo sustitutos de nosotros cargados de pecados, y por eso tuvo que pagar con su muerte dolorosa, así creyendo en él ya no debemos ningún delito delante de Dios. Toda la maldición que fue pronunciada por Dios por causa de nuestros pecados cayó sobre Jesús cuando él de manera voluntaria tomó nuestro lugar en la cruz.La tiranía del pecado nos hacía estar sumisos al dolor y a la tristeza espiritual, el alma no tenía paz ni descanso. Más la comunión con Dios es para vida eterna, disfrutando el gozo de Cristo y la paz, pues, aunque él sufrió, con ello nos dio alegría, venció a satanás y con eso nos trajo paz y descanso pese a cualquier tiempo difícil que tengamos que enfrentar, y con su muerte nos dio la vida. La manifestación de estas verdades y bendiciones eternas se muestran cuando de manera voluntaria y justa nos sometemos a Dios para hacer su voluntad.