Disfrutemos y no olvidemos las maravillas de Dios

La creación es el perfecto diseño de Dios que anuncia su gloria, poder, sabiduría y amor, pero también en la obra de redención encontramos su provisión y magnífica maravilla en favor de la humanidad, pues nadie más es capaz de hacer tal cosa benéfica sin que lo merezcamos.

«Aun cuando es imposible que se nos olvide lo que Dios nos ha dado a través de Cristo, es nuestro deber hacer memoria de sus favores, de las bendiciones temporales y eternas y de todo lo que continuamente nos provee tanto para el cuerpo como para el alma. Debemos acordarnos de lo bueno que es Dios para glorificarlo y para poner siempre en él nuestra suficiencia, ya que sólo él es la fuente del bien que la vida humana necesita.»

Lo peor que le puede pasar a una persona es no reconocer lo que Dios ha hecho tanto en la obra de Creación y de providencia, porque tal cosa es la negación de Dios y por lo mismo, la negación de la provisión redentora, y es que fuera de Cristo no hay salvación. De igual manera, el rechazo del evangelio, el desprecio de la verdad para vivir es la actitud de los condenados para muerte eterna.Reconozcamos hoy el favor inmerecido de Dios, su misericordia y su propósito salvador, no dejemos de responder positivamente ante Dios aceptando por fe su gracia y misericordia, pero también correspondiéndole con una vida que le glorifique y sometida a su voluntad. Traigamos al pensamiento las maravillas de Dios para que no se nos olvide que no tenemos de qué gloriarnos, más bien, debemos rendir toda la gloria a Dios.Anunciemos ahora mismo en la alabanza y confesión las obras de Dios, lo que ha hecho, lo que está haciendo y lo que hará. Que esto sea la esperanza para el mundo, porque en las obras maravillosas de Dios queda revelado que el nos perdona, quita la maldición de pecado, restaura y nos preserva, aun cuando lo único que nos merecemos es la destrucción eterna. Disfrutemos hoy las bendiciones de Dios y esperemos sus promesas maravillosas, las cuales cumplirá tal y como han sido prometidas, porque nadie hay como nuestro Dios hacedor de maravillas.

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