
Cuando oramos a Dios estamos manifestando que confiamos en él, y no en nosotros ni en nadie más. Así que si no oramos el problema no solo es la pobreza espiritual actual, si no la necesidad total de Dios en nuestras vidas, y por lo mismo, nuestro mal reside en la incredulidad y la negligencia por no buscar a Dios.
“Dios es único y todopoderoso quien tiene el control de la enfermedad que afecta el cuerpo, y también tiene la cura para el alma. Dios puede liberar y levantar nuestro cuerpo de la misma muerte, lo puede fortalecer en medio de la enfermedad, para que este mal no nos robe el gozo, la paz y la esperanza, pero a la vez, en Dios a través de Cristo encontramos el perdón que el alma necesita para sentirnos libres y felices.”
No vivamos más dominados física y espiritualmente por la enfermedad, porque ya sea que Dios decida sanarnos o fortalecernos, es necesaria nuestra confianza y clamor ante su presencia. No sigamos más sufriendo por el mal del alma, porque ha esto nadie se acostumbra, y porque, además, el problema se agranda, ya que lo que nuestra vida necesita es el perdón mediante el arrepentimiento, de lo contrario, al final la desgracia será mayor, pues el alma que pecare esa morirá, refiriéndose la Biblia con esto a la separación total de Dios, al ser expulsados para vivir en castigo eterno.
Aunque a través de personas, acciones y situaciones logremos bienestar para nuestras vidas, aunque mediante dinámicas y hábitos logremos cierta calidad de vida, todo depende de Dios, y lo más importante siempre dependerá directamente de él, aunque no dudamos de la efectividad al usar medios para detener el mal de del cuerpo y para ministrar sanidad al alma. Así que no importa la naturaleza de nuestro mal, ya sea física o espiritual Dios quiere y puede ayudarnos, porque finalmente, el propósito de Dios es sanarnos y salvarnos a través de Cristo, pues en su gloria nuestro cuerpo será inmortal e incorruptible.