Pidamos y busquemos lo mejor en Dios apasionados en su palabra que revela sus mandamientos, pero también sus promesas, pues esto es lo que nos vivifica siempre ante el pecado y las tribulaciones, nos libera del mal y nos fortalece ante las pruebas.
“Todo el bien que necesitamos está en Dios y nos lo revela y manifiesta con su palabra, por esto, al atesorar su palabra en nuestros corazones estaremos muy bien.”
Dentro de lo que podemos pedir a Dios está el bien en los momentos en lo que todo parece ser malo, porque, aunque en términos generales buscamos el bien en Dios, hay momentos específicos en donde anhelamos la liberación del mal y confiando podemos clamar por ello, pero a la vez, también debemos esperar que como resultado de la prueba seamos bendecidos con el bien espiritual.
Siempre debemos estar orando a Dios para que respondamos bien ante su obra que se desarrolla en los procesos difíciles, para que aprendamos a esperar y a buscar el bien necesario que nuestra vida necesita en el propósito de ser perfeccionada. Por esto mismo, debemos ser humildes ante el actuar de Dios, aunque lo que estemos viviendo nos parezca un proceso muy doloroso, y por nada debemos dejar de servir.
Si como bien eterno y supremo hoy ya hemos sido liberados por Cristo del poder del mal, toda nuestra vida le pertenece y debe estar disponible como instrumento de su reino, y de la misma manera, como todo un siervo espera de su amo, así nosotros, con total confianza y regocijo esperemos lo que el alma y el cuerpo necesitan, porque seguramente las bondades y la benignidad de Dios serán abundantes.
Que dentro de las cosas más importantes que esperamos recibir de Dios sea el conocimiento y convencimiento de su palabra, para guardarla y vivirla, para conocer su voluntad y someternos a ella, pues en realidad esto es lo que le hace bastante bien a nuestras vidas. De esta manera podemos permanecer establecidos en Cristo perseverando para recibir su gloria eterna como nuestra mayor aspiración de bien y regocijo.