Tengamos cuidado con nuestros juicios y sentencias

Nuestro deber cristiano es pastorear a los perdidos y perdidas, acompañarlos en sus procesos difíciles cuando el pecado los tiene sujetos y desean salir de esa condición o cuando se equivocan después de conocer a Cristo. Pero esto nunca será posible si vivimos la vida cristiana hipócritamente, y por lo mismo sin conocer la gracia de Cristo, la que perdona y restaura.

«Jesús despreció toda actitud condenatoria, el juicio sin misericordia, aparentando justicia propia y sin amor. Cristo enseñó que el mayor sirva y cuide al menor, que los que pecan pueden ser perdonados y deben ser orientados para no pecar más deliberadamente.»

Siempre que busquemos el perdón delante de Dios lo encontramos, cuando nos acercamos a través de Cristo nos trata con misericordia aun cuando él es santo, cosa que no sucede siempre en el trato humano, porque tendemos a ver y a señalar el pecado ajeno sin aceptar que nuestra condición es peor.

Por esto es por lo que tenemos que aprender a tratar a nuestros hermanos que se equivocan, tal y a como Cristo nos trata a nosotros. Hay que evitar la discriminación, evaluaciones sin fundamentos y con malicias, y toda clase de juicio acusatorio sin ser el soporte de los desvalidos.

El que realiza un juicio impulsado por satanás aparenta justicia y tal cosa se hace visible por la actitud sin amor, por ser faltos de palabras de aliento y por esto mismo no tomará el evangelio como la solución para la vida de los necesitados espiritualmente, sino que antepondrá sus propios criterios y conclusiones. Por su puesto que esta actitud no edifica, no cura, no restaura, es destructiva y deshonra a Dios, a Cristo y al Espíritu Santo, por esto es por lo que este tipo de personas no serán perdonadas por Dios, y en el día del juicio serán juzgados y condenados junto con satanás.

Dejemos toda actitud buscadora de faltas reales o imaginarias, seamos buenos con todos, acompañemos, cuidemos, soportemos y alentemos, así seguramente nuestra correcta actitud podrá prevenir a que muchos no se descarríen, y los descarriados volverán al camino y, además, los que no conocen a Cristo lo verán en nosotros. Vivir de esta manera nos hará disfrutar la gracia de Cristo, sus favores cotidianamente y en la vida venidera su gloria en lugar de la condenación eterna.

Compartir