
Nuestro contentamiento eterno está en Cristo, las cosas que logramos poseer también nos dan alegría y bienestar, pero la presencia de Cristo manifiesta en nosotros y echa eficaz por el poder de Dios nos ayuda para estar bien siempre, con la seguridad que nuestras vidas descansan en Dios y que nos ayuda en todo a superar la adversidad hasta que dejemos de existir en este mundo caído.
«Es bueno anhelar todas las cosas que se pueden lograr en esta vida, pero debemos de procurar que sean las bendiciones de Dios y que todo sea logrado con su dirección y aprobación, de tal manera que siempre gocemos de lo más importante, para que a pesar de lo mucho o de lo poco siempre estemos contentos en esta vida, esperando en contentamiento que nuestro gozo un día se complete al encontrarnos gloriosamente con Cristo en su gloria eterna.»
No deseemos lo que Dios no quiera darnos, no caigamos en el pecado de querer tener las cosas a costa de afectar a terceros o deshonrando el nombre de Dios con un anhelo desmedido y acciones perversas, porque nunca nada mal habido será de bendición y de satisfacción para nuestras vidas y familias. Siempre debemos procurar que todas las cosas que poseamos las hayamos buscado en Dios mediante su gracia, esfuerzo y la responsabilidad que es parte de nuestro deber.No nos afanemos en nuestras necesidades o deseos, porque si aprendemos a confiar en Dios como la fuente del sustento siempre esperaremos sus bondades para el alma y el cuerpo. Dios nunca deja sin amparo y provisión a sus hijos que se consagran para él, que no hacen lo malo para sobrevivir, ni anhelan para sus propias pasiones, sino que se apasionan en él, y en hacer el bien confiando que nada de lo que Dios quiere darles les faltará para estar bien.