
Que nada nos haga dudar de las promesas de Dios, porque cada cosa que ha prometido para tu vida fue garantizada en el sacrificio perfecto de Cristo. Todo lo que Dios exigió para tus bendiciones Cristo lo cumplió, por lo tanto, en el nombre de Cristo clamemos por lo que hoy necesita nuestra alma y el cuerpo.
Ni siquiera el pecado puede impedir que nuestra vida sea beneficiada con las promesas de Dios, porque todo pecado confesado ante Dios es perdonado en Cristo. Así que no retrasemos buscar en Dios todo, pero tampoco nos cansemos de esperar en él cuando las tribulaciones son fuertes. Confiemos que Dios hará lo que considere mejor, cuando lo considere y de la forma perfecta que determine.