Renunciemos en este mundo al estilo de vida que se opone a Dios

Debemos vivir la vida cristiana mirando siempre hacia el futuro disfrutando el presente y dependiendo en Cristo. El fundamento para nuestro vivir es la redención en Cristo, así vivimos en el gozo de nuestra salvación y teniendo como provisión a nuestro buen Dios. Este mundo no es nuestra morada final, ni los mayores tesoros los encontramos aquí, por eso es por lo que debemos vivir conforme al que nos dio la vida nueva y nos ha prometido morar para siempre con él.

«Consideremos la misericordia que Dios ha tenido para con nosotros, que eso nos sirva de referencia en cuanto al propósito que Dios tiene y que cada promesa se cumple, por eso no podemos esperar nada eterno de este mundo, sus ofrecimientos o son mentiras o vanidad, es decir, el maligno siempre envuelve a las personas con mentiras y el gozo o los tesoros que ofrece pasan muy pronto y después sólo quedan los estragos y la miseria por vivir opuestos a la voluntad y propósitos de Dios.»

Satanás tiene como planes amoldarnos a la forma de vida mundana, y aunque es difícil resistirlo, si es posible, pero solo confiando en Cristo. Satanás y sus artimañas han perdido poder y fuerza ante Cristo, porque él lo ha vencido siempre, todas sus tentaciones fracasaron ante Cristo, y el golpe mortal y definitivo lo recibió cuando Cristo voluntariamente se sacrifico para salvarnos. Siendo que Cristo logró nuestra salvación, en realidad satanás no tiene nada que ofrecer, porque nada se compara con la bendición eterna de la vida y del gozo cotidiano resultado de la misericordia de Dios en Cristo.

Sigamos el deseo de Dios, de amoldarnos a su imagen, a la imagen de Cristo en quien nos va renovando para su gloria, confiemos que a pesar de las tribulaciones de este mundo provocada por satanás en la vida de quienes se niegan a él, pronto pasarán. Dios respalda y salva a los que lo buscan en oración y adoración, los que se apegan a su forma de vida y le glorifican en medio de este mundo vano y opresor.

Dejemos que Dios nos transforme desde lo interno, para que nuestra mente sea la mente de Cristo, y nuestras prioridades sean los planes de Dios, y para que de todo corazón vivamos para él, porque en todo esto está lo que es agradable y perfecto, y que por lo mismo, es lo que nos hace bien aquí y en la vida venidera.

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