El fuerte espiritualmente debe ayudar al débil con la ternura de Cristo

El orgullo y la dureza no son características de quienes han experimentado y comprendido la misericordia y la gracia de Cristo en sus vidas, porque estando en la miseria del pecado Cristo nos atendió con su gracia, y sin que mereciéramos el perdón nos perdonó habiendo muerto por nuestros pecados hasta pagar el último de ellos. Pero, además, tengamos en cuenta que siendo orgullosos de nuestra aparente condición espiritual y actuando con rudeza no podemos ayudar a los débiles, tal y como Cristo lo manda.

«Así como Jesús con mansedumbre se dejó llevar a la cruz para salvarnos, nosotros debemos acompañar y ayudar a cualquier persona que necesita la gracia de Cristo para recibir el perdón y ser restaurada. Aceptemos que vivimos en un mundo caído y que todos luchamos en nuestros cuerpos contra el pecado, por lo que todos necesitamos unos de los otros en este trance difícil de la vida mientras somos transformados plenamente en la gloria de Cristo.»

Cualquiera que se extravía del camino correcto necesita nuestra ayuda para que vuelva a la senda de Cristo, porque el pecado nos ciega, nos incapacita y nos deja en una condición de desanimo que sin la ayuda de Dios a través de nuestros hermanos sería difícil retomar nuestra comunión con él. El acto de misericordia al ayudar a los que han pecado es la manifestación de lo que Dios ha hecho por nosotros en Cristo, porque cuando estamos perdidos nos buscó hasta encontrarnos y nos salvó.Nuestra madures cristiana es probada cuando nos encontramos a un débil enredado en las garras del pecado, porque es ahí en donde en lugar de injuriarle, lo debemos tratar con la ternura de Cristo, siguiendo el impulso del Espíritu Santo, manifestando sus frutos y dones, con los que precisamente somos preparados para toda buena obra, para la mutua edificación en el cuerpo de Cristo, a quien tenemos que honrar como nuestro salvador porque sacrificó su vida por la nuestra sin que lo mereciéramos.La restauración en nuestra iglesia debe ser prioridad, porque si no practicamos la restauración no cumplimos con la ley del amor y, el que no ama no ha conocido a Dios, ni ha experimentado internamente el amor de Cristo. Por esto mismo, una iglesia que no es capaz de restaurar a un hermano en la gracia de Cristo tampoco proclamará el evangelio de salvación, lo cual nos ha sido encomendado directamente por quien murió en la cruz para salvarnos.Restaurar es arreglar algo roto, lo cual demanda paciencia y delicadeza, es hacer que alguien vuelva a su posición anterior de integridad o pureza. Consideremos que cualquiera de nosotros puede estar en una situación de desgracia espiritual en cualquier momento, y así como quisiéramos ser tratados debemos tratar a los demás, sin embargo, así como Cristo ya nos ha tratado debemos tratar a los que hoy necesitan nuestra ayuda.

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