Lo que somos sin la naturaleza de Cristo en nuestras vidas no nos asegura la mejor condición de vida en el presente, mucho menos en el futuro. Todas las cosas que podemos tener hoy no quitan de nuestro ser el problema del pecado que trae desdicha, el desprecio de Dios y en el por venir su juicio y castigo eterno. Todos heredamos de adán el pecado, una naturaleza pecaminosa y las consecuencias del pecado, pero a través de Cristo podemos tener una nueva naturaleza al agrado de Dios.
«Dios cambia nuestra condición espiritual cuando creemos en Cristo, porque él hizo todo para que alcancemos perdón, se nos quite la culpa del pecado, quedemos libres del castigo y podamos ser aceptados por Dios como hijos. Ya como hijos de Dios tenemos una nueva imagen, iniciamos una vida nueva en donde vamos creciendo, fortaleciéndonos y manifestando nuestra conformidad con Dios. Consideremos que esto sólo es posible cuando nos unimos a Dios en Cristo y somos dirigidos en la verdad a través del Espíritu Santo.»
Sólo en esta condición espiritual por el poder y la misericordia de Dios podemos pertenecer al reino de Dios y poseer todas las bendiciones eternas y cotidianas. Esto no es resultado de nuestros méritos o que nos corresponda por pertenecer a algún linaje o a alguna religión, es exclusivamente por aceptar nuestra condición depravada de vida, por renunciar a nuestra manera antigua de vida que se opone a Dios, esto por el convencimiento del Espíritu Santo para creer en Cristo.Cristo murió en la Cruz y así debe morir nuestro yo, y como resucitó de entre los muertos, también nosotros debemos nacer en él, según su naturaleza, mente y corazón, para que estemos conforme a Dios, siguiendo obediencia sus propósitos y voluntad, y ya no más bajo nuestros placeres, el mundo y satanás, lo cual nos oponen a Dios en una vida esclava del pecado. Porque no se trata de dejar un poco el pecado, y cambiar algunos aspectos de nuestra vida, sino que, debemos nacer de nuevo para poder tener parte en el reino de Dios.Hoy mediante el evangelio de Cristo Dios nos ofrece una nueva vida para que disfrutemos vivir libres del poder del diablo y del pecado, teniendo como esperanza su gloria eterna. Aceptemos a Cristo como nuestro salvador para nacer de nuevo y crecer cristianamente.