
La verdadera sabiduría está en Dios y podemos buscarla siempre. El temor a Dios es el fundamento de la sabiduría, y con la sabiduría se corresponde a Dios de manera fiel, puesto que Dios mismo nos enseña como ser gratos en su presencia. Con la sabiduría de Dios podemos recibir el evangelio y el evangelio nos hace más sabios según Dios, porque cuando recibimos el evangelio con el llega la vida y somos transformados y renovados de la mente para la gloria de Dios.
«La sabiduría nos ayuda a temer a Dios, es decir, a vivir reverentemente ante Dios, sujetos de manera voluntaria y anhelando su voluntad. En esta comunión con Dios también aprendemos a ser más sabios, a depender del conocimiento de Dios y de lo revelado en su palabra, porque si alguien quiere hacer la voluntad de Dios y tener la dirección espiritual debe aprender a depender de la palabra de Dios y a escudriñarla.»
Parte de la actitud correcta ante Dios y de nuestro crecimiento espiritual está en el hecho de reconocer que no lo sabemos todo, que necesitamos del conocimiento de Dios y conocer más a Dios. El que es sabio en su propia opinión y no según Dios, realmente no está doblegado su mente a Cristo, ni está sujetando su voluntad a la de Dios para vivir en obediencia y siempre dependiendo de Dios, porque, así como necesitamos prestar atención a las exigencias de Dios, lo mismo tenemos que hacer con sus promesas.Cuando centramos nuestra vida en la Palabra de Dios nos centramos en Cristo, porque la Biblia da testimonio de Cristo y de su propósito salvador. Por esto es por lo que, los que nos dejamos guiar por Dios vamos por el camino de la salvación y de la vida eterna, y así podemos perseverar bajo el amparo divino. Los que se afanan por la sabiduría de este mundo se someterán a un sistema de vida que se opone a Dios, porque el mundo y su propuesta de vida es muy diferente a la dictada por nuestro Dios Creador, y quien planeó y decretó en su consejo divino nuestra salvación.