Sin Cristo no hay paz en nuestra vida

Siempre corremos el riesgo de sufrir tempestades, o puede darse el tiempo en el que somos envueltos una y otra ves por tempestades que nos hacen creer que ya estamos perdidos y sin esperanza. Este mundo es como un mar propenso a agitarse en cualquier rato, pero debemos tener confianza que no vamos cruzando solos, y aunque parezca que nuestro barco es pequeño y sin valor alguno, lo más grandioso y la total seguridad es que no navegamos solos, va con nosotros el que hizo el viento, el agua y el mar.

«Dios tiene control de todos lo sucesos, y si nos está ocurriendo algo grave en este preciso momento él está al tanto, sin embargo, debemos clamar en el nombre de Cristo por auxilio, así seguramente nos ayudará. La paz en nuestra vida y en todas las tormentas de este mundo comienza con la paz entre Dios y nosotros al ser perdonados, por eso Cristo es el príncipe de paz, porque él es el único que nos puede reconciliar con Dios.»

Si nuestra vida está siendo azotada y arrastrada por doquier, significa que necesitamos firmeza en Cristo, ahora está dispuesto para ayudarnos, por eso no debemos tener miedo ni sobre preocupación, más bien debemos ocuparnos en oír, recibir y vivir el evangelio de la paz que se nos ofrece, porque es la única manera de asegurar nuestras vidas en las tempestades y de perseverar salvos hasta la otra orilla.

Nunca conoceremos la paz si no damos cabida a Cristo en nuestras vidas, si en todos los aspectos de la vida cotidiana él no nos campaña y si no aprendemos hacer las cosas conforma a su palabra honrando su nombre. Nuestras habilidades en este mundo y todos los recursos con los que contamos no son suficientes para transitar seguros, ni podremos llegar a la vida venidera de bonanza, por eso es por lo que ahora mismo debemos decirle a Cristo, que ocupe el principal lugar en nuestra vida.

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