Por los sufrimientos de esta vida podemos llegar a sentirnos muy mal, al grado de creer que es en vano nuestra fe pues Dios permite nuestro dolor y no nos atiende en nuestros clamores. Muchos en sus penas han vuelto a la vida pasada mundana al llegar a la conclusión de que estaban mejor en el mundo, más que ahora que están en la vida de fe. En realidad, cuando uno inicia el camino de la fe con la confianza genuina en Cristo el gozo de las bendiciones eterna sobrepasa la tristeza de la vida, porque las bendiciones recibidas son más que bienes materiales.
«La salvación y la vida eterna son un don incomparable, además, la gracia con la que recibimos estas bendiciones de Dios nos une con él en una comunión que no puede romperse por nada. Pero claro es que, tenemos que cultivar nuestra fe, nuestra comunión con Dios y aferrarnos siempre al evangelio, para que así crezca nuestra esperanza y tengamos mas la certeza en todas las promesas de Dios. Dios conoce de manera anticipada las aflicciones que enfrentaremos y por eso todo lo que nos ha prometido es la respuesta para afrontar la adversidad en victoria.»
Todos los malos, los que viviendo conforme a la corriente de este mundo por la influencia de satanás “prosperan” no son dichosos porque tal prosperidad no es de Dios, aunque él lo permite. Este tipo de personas serán juzgadas y condenadas y nada quedará de ellos, sus riquezas pasarán como su misma vida. Nada de lo que poseen los que actúan contra Dios les servirá para calmar el dolor de la aflicción eterna. Sin embargo, los que creen en Cristo y se consagran para la gloria de Dios poseen la bendición de la vida eterna y la promesa de la gloria venidera.
Vivir para la gloria de Dios no es para buscar cosas materiales ni a cabio de lo que Dios nos da, más bien esto es la respuesta natural de una vida que experimenta la gracia de Dios, porque es precisamente la gracia la que nos permite ser agradecidos, además de que la comunión con Dios es un estilo de vida, no es una parte de nuestro ejercicio cotidiano, sino que es la nueva vida en Cristo, en donde podemos disfrutar todas las cosas y aprendemos a depender de Dios, confiando que todas las cosas aunque sean difíciles serán para nuestro bien, porque incluso, en los tiempos de juicios y castigos no está ausente el amor de Dios, y en la vida de los creyentes esto no es para destrucción sino para edificación.