La felicidad para una nación radica en su temor delante de Dios, porque cuando se reconoce el señorío de Dios, también se disfruta su gobierno espiritual, su protección, provisión y dirección. Nada bueno se puede esperar de gobernantes y dictadores de leyes que no actúan bajo reverencia a Dios, sino que son soberbios y desde su propia concepción no hay leyes divinas que le rijan en el ejercicio de su autoridad en la nación que gobiernan.
«La humanidad y todos los reinos le pertenecen a Dios y, todo el bien que recibimos es por la misericordia de Dios, y lo malo que vivimos es por el pecado nuestro. Dios no nos debe nada, pero nosotros si le debemos todo a él. Se ha preguntado ¿Qué sucedería si Dios no hiciera salir su sol, su luna y si no hiciera llover en la tierra? Si esto es así en lo material, ahora pensemos sobre la vida y sobre la salvación eterna. Nada es posible si Dios no estuviera interviniendo permanentemente para el bien de una nación.»
Cuando reconocemos a Dios como el Dios nuestro, esto debe significar que Su Palabra es suprema en todo, es la que rige nuestra vida en todo, pues con esta misma palabra se creó todo y de ella nació la vida y por ella la vida es sustentada. Para que todo funcione bien en una nación debemos adorar, clamar y proclamar a Dios. Los buenos gobiernos y ciudadanos dependen de su temor a Dios, porque en la comunión con Dios somos bendecidos espiritualmente para estar en capacidad de corresponder a Dios y para ser de bendición a todos.Debemos consagrarnos a Dios porque él nos quiere para su gloria, por eso no debemos ser soberbios en nuestra vida, ni ningún gobierno o nación puede actuar indiferente a Dios. Por esto, Dios quiere gobiernos que acepten que él espera de ellos cuantas claras y que el ejercicio de sus labores no debe ser extraño a sus propósitos de bienestar para todos.Todos los ciudadanos debemos emitir nuestro voto con la conciencia iluminada por el evangelio, y debemos acatar la autoridad del gobierno cuando este está acorde con lo que es correcto, pero también, debemos rechazar y denuncia lo que deshonra a Dios y todo lo que se opone a sus normas. Si actuamos correctamente reconociendo a Dios pase lo que pase esperemos en él y seguramente nos irá bien, porque él hace feliz a la nación que lo honra.