Dios honra y bendice a los que sirven

No servir a Dios ni a las personas nos hace perder muchas bendiciones, y no es que uno compre las bendiciones o se gane las bendiciones por méritos propios, en realidad, las bendiciones Dios las da por gracia, pero el hecho de no servir muestra falta de agradecimiento ante la gracia de Dios, así no podemos disfrutar más a Cristo ni dar frutos. Con la gracia que salva llegan los dones para servir, y los buenos administradores de estos dones son bendecidos por Dios, porque el que es fiel en lo poco es puesto en lo mucho.

«Hasta las dificultades que enfrentamos en este mundo son de bendiciones en la vida de los que servimos, porque por la madures cristiana actuamos correctamente, ya que confiando en Dios se acepta todo de manera positiva y se espera en él. Dios nos fortalece, nos consuela y podemos experimentar su obra que nos perfecciona y aumenta nuestra fe para perseverar. Servir a Dios muestra una vida agradecida y activa, y es que, el agradecimiento es el primer paso para disfrutar lo que se recibe y la vida misma, y un cristiano activo siempre está alerta y no es sorprendido por el mal.»

Servir a Dios es muestra de amor y de fidelidad, porque seguramente muchos de los que no sirven, es porque están ocupados en sus quehaceres, le dan más valor a las cosas personales y mundanas, al grado de llegar a ser idolatras por vivir para sus propios propósitos. Amar a Dios nos da la garantía de que todo lo concerniente a nuestra vida será bendecido por él. No hay nadie que sirva a Dios por amor y que halla quedado olvidado por Dios. La mejor manera de esperar a Cristo en su retorno es viviendo con fidelidad ejercitados en los dones, capacidades y ministerios que nos ha dejado, porque, además, al regresar pedirá cuenta de ello.

En el servicio a Dios recibimos la bendición del gozo, ya que una vida activa en Cristo siempre se disfruta, porque el gozo de la salvación es sobreabundante, y porque en cada acto de nuestra vida para la gloria de Dios y para bien de los demás Dios obrará con maravillas, ya que hasta Dios mismo hace fiesta en el cielo cuando un pecador se arrepiente. Abramos nuestros corazones y manos para servir y seremos honrados por Dios y llenos de bendiciones.

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