
Sin Cristo no existe la vida de fe, Cristo es el origen y la perfección de nuestra fe. Además, Cristo es el ejemplo para el ejercicio de la fe, porque su vida reflejó entrega y dependencia totales en el Padre. En el acto de nuestra redención sólo buscó hacer la voluntad del Padre y siempre procuró la comunión con el Padre para ser fortalecido. Sólo podemos avanzar en el camino de fe si mantenemos la mirada fija en Cristo, él es el que nos impulsa para seguir adelante, nos fortalece, nos alienta y el es nuestra meta final.
“puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.” Hebreos 12:2 RVR1960
Cristo es la vida, sin él estaríamos muertos espiritualmente, y aun en lo físico es el Creador y sustentador de la vida. Por esto debemos confiar en Cristo, buscar todas las bendiciones en su nombre y para su gloria. Hay que vivir la vida enfocados en Cristo, dándole el primer lugar en todo; así en los buenos tiempos hay que atribuirles las bendiciones a sus méritos, pero también, por sus méritos en la cruz podemos confiar que en los tiempos de tribulaciones y pecados hay esperanza en él.Debe reconfortarnos el hecho de que la obra que Dios comenzó en nosotros por medio de Cristo va a ser completada y concluida con una gloriosa fe en él, porque aún cuando ya no vamos a requerir fe al estar con él en gloria, el tributo por nuestra perseverancia siempre será para Dios y para Cristo por la obra de su cruz. Sólo confiando en Cristo podemos enfrentar el mal que se opone a nuestro andar diario en él. Todo el mal ya fue vencido en la cruz, por eso nuestra mirada debe estar siempre en Cristo, él es la esperanza de nuestra fe.En nuestras tribulaciones y pruebas tenemos que aprender a ver más allá de esos sufrimientos, hay que gozarnos en los resultados gloriosos de la obra de Dios en esas circunstancias, ya que todo lo que Dios permite en la vida es para pulir la fe y para acelerar nuestro andar en fe. Podemos resistir y avanzar cuando le damos más importancia a Cristo y a sus promesas, en lugar de enfrascarnos en los problemas y murmurar por las aflicciones. Que ningún obstáculo nos detenga, más bien, que sirvan para tomar más fuerzas y determinación al correr en la senda de la fe, porque al llegar a la meta, la cual es Cristo, seremos glorificados.