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Dios nos infunde vida para no ser sorprendidos en los valles de muerte, por eso la muerte para nosotros es sólo una sombra, ya que en Cristo tenemos vida eterna y, además, porque aun cuando muramos físicamente, vamos a resucitar, porque nuestro Cristo resucitó y hoy vive gloriosamente. Una sombra no nos puede dañar, sólo puede asustarnos y afligirnos, pero no más. Ciertamente la muerte aflige y viste de luto, pero jamás podrá matar nuestra alma, ni se quedará para siempre con el cuerpo.
No tengamos miedo a la muerte, porque Dios nos acompaña siempre y nos hace participar de todos los logros de Cristo en la cruz. El valle de sombra y de muerte es pasajero, no es un valle para siempre, porque un día nuestro cuerpo será glorioso e inmortal. Cuando confiemos en Dios y abracemos a Cristo avanzaremos hacia lo más alto dejando atrás ese valle tenebroso. Hoy tenemos todas las provisiones espirituales de Dios para enfrentar las aflicciones de la muerte, estemos activos en la fe, disfrutemos la vida eterna y si nos toca morir tengamos la certeza que para el que cree en Cristo el morir es ganancia.