Calmemos la sed del alma en Cristo

Cristo es la fuente de la vida eterna, por él salimos de la condición de muerte espiritual y entramos a la vida eterna. Así como Cristo es el origen de la vida, también en el está el sustento de la vida, el satisface la vida, de modo que podemos gozarnos al vivir sólo por él. El ser humano sin Cristo estará fatigado internamente sin que nadie más pueda calmarlo, vivirá seco como cuando se transita por el desierto, pero ahora tenemos a Cristo para que podamos calmar sed espiritual.

“En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.” Juan 7:37-38

Cristo apaga la sed del alma, él nos basta para estar siempre vivos y para que la vida se viva prosperando conforme a los propósitos de Dios en este tiempo y en la vida venidera. Sin Cristo la vida se vive sin frutos que perduren para siempre, no hay satisfacciones en lo profundo de la vida y al final todo es perdida. Debemos creer en Cristo para que la vida esté bien, porque fue Dios quien nos dio a Cristo como respuesta para resolver nuestros problemas internos y espirituales.Dios nos llama para asistirnos por medio de Cristo, con lo suficiente tanto para nosotros como para los demás; la gracia de Dios cubre toda necesidad espiritual del ser humano y lo prepara para ser de bendición en la vida de los demás. Dios nos da la salvación por medio de Cristo, pero también nos usará para que otros sean alcanzados para salvación y para que los que ya son salvos puedan seguirse saciando en Cristo en el crecimiento espiritual y perseverancia, esto por la administración correcta de nuestros dones y ministerios en beneficio del pueblo de Dios.El Espíritu Santo nos convence para creer en Cristo y nos aplica todas las bendiciones que emanan de la obra de Cristo, así recibimos la salvación. Con la presencia del Espíritu Santo se nos capacita con los dones y con el poder para que sirvamos a Dios en el propósito de la salvación y de la edificación de otros. Así es como al creer en Cristo experimentamos la gracia como un río que no se detiene para nuestra satisfacción y para bendecir a los demás. Calmemos la sed del alma en Cristo y guiemos a otros a él.

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