Todo el que se dedica a vivir la vida para la gloria de Dios favoreciendo a los demás sufrirá muchas pruebas, porque el maligno no quiere que Dios reciba toda la gloria, ni quiere que a las personas les vaya bien por lo benigno de los demás. Debemos alentarnos con el gozo por lo que Dios ha hecho en nosotros y con su fortaleza para que incansablemente estemos trabajando en su obra, ayudando a los creyentes en su crecimiento espiritual y apoyando en sus necesidades a los que no tienen nada y nunca debemos escatimar nada para que el evangelio se siga predicando.
«La falta de bondad se suple con corazones bondadosos y el mal se vence respondiendo siempre con el bien. No dejemos de hacer el bien a los que mal nos pagan o a los que nos hacen daño de una manera planeada, pensando que no vale la pena ser buenos, porque las acciones de bondad siempre serán de bendiciones en las personas que las reciben y porque Dios siempre se manifiesta de manera maravillosas en los que son instrumentos para el bien. Dios siempre galardona a los que tienen un corazón lleno de amor para ayudar.»
No solamente hay que evitar hacer lo malo, ni sólo hay que desear el bien, debemos procurar acciones concretas y dirigidas, es decir, hay que ubicar a las personas que nos necesitan para darles acompañamientos en sus procesos espirituales difíciles, pero también, debemos ayudar a las personas desamparadas y sin bienes materiales. Si Dios permite la pobreza es porque quiere suplirla a través de las personas que no solamente dice; “Dios te bendiga”, sino que también son el instrumento de Dios para que esa bendición llegue a la persona.
Servir como Cristo sirvió implica la negación de uno mismo, pues cuando nos centramos solamente en nosotros y no en Dios no vamos a tener la capacidad espiritual ni la motivación para pensar en los demás. La persona capaz de desprenderse de algo para bendecir a otro, es sólo aquella persona que tiene amor por Dios y por su prójimo, y el que tiene como mayor tesoro el reino de los cielos. Dios es bueno y poderoso para multiplicar lo que tenemos como parte de su recompensa y puede prosperar nuestra vida con bienestar. Hacer lo bueno es característico de quienes han conocido la gracia de Dios y nada de lo que hagamos será en vano ni quedará sin recompensa divina.