Demos gracias por la voluntad de Dios

Tratemos de recordar nuestras propias oraciones y escuchemos las de nuestros hermanos: ¡Cuanta gratitud! ¡Qué gran cantidad de bendiciones hemos recibido del Señor! Pero hemos oído alguna vez a alguien decir ¿Alabado seas mi Dios, porque te he estado pidiendo tal y tal cosa tu no me la has concedido? ¿Le das las gracias el pequeño a su padre por la golosina que le ha negado?

Me contó una amiga la siguiente experiencia: “Iba a renunciar a su cargo el ayudante del jefe de mi departamento, y en un mes se sabría quién sería el sustituto. Por mi antigüedad, experiencia, fidelidad y cumplimiento en el trabajo yo merecía ocupar el cargo.“Pedí al Señor que así fuera, y mis familiares y amigos lo hicieron también. Paso el mes ¡Oh sorpresa! Recibió el cargo otra persona. Me sentí dolida, decepcionada, traicionada. Al terminar mis labores del día, sin querer hablar con nadie, me escapé al restaurante de la esquina y frente a una taza de café me dediqué a tartamudear mentalmente mi amargura. Hubiera querido llorar, pero no lo podía hacer. Paso un largo rato y mi espíritu se fue aquietando y luego de repente, como con letras de fuego aparecieron en mi mente las palabras del Señor: “Y sabemos que a los que aman a Dios todas las cosas les ayudan a bien…” (Romanos. 8:28)Volvía a casa. Mi hermana salió ansiosa al recibirme ¿Qué paso?  Me dijo, a lo que repuse tranquilamente: Doy gracias a mi Dios porque no me dieron el trabajo. ¡Debes estar loca!   ¿Quién puede agradecer lo que no recibe? – Fue su comentario.“Paso aproximadamente un año. Cierta mañana llegó la policía a aprehender al jefe y a su ayudante. Uno estaba acusado de fraude y el otro de encubrimiento.” No resultan siempre tan evidentes las cosas, amigo lector. Pero hay que resulta absolutamente cierto: debemos aceptar con gozo y gratitud cuanto nuestro Señor nos da, y todo cuanto en su sabiduría infinita decide negarnos.

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