Sintamos compasión por los perdidos y participemos en el plan de salvación de Dios

El profundo dolor que uno puede sentir no es por alguna enfermedad física o por alguna herida, en realidad, es por nuestra indiferencia ante Dios y por la separación que existe entre el y la persona a causa del pecado. Una cosa es que uno no quiera aceptar esta realidad humana, y que, de hecho, Dios se pone en orden de batalla contra los soberbios y al final serán condenados bajo el calor de infierno eterno.

«La angustia del alma es un sufrimiento espiritual que también afecta la calidad de vida física. Esto es por causa de la condición espiritual viviendo en rebeldía contra Dios, despreciando sus leyes y cuando queremos hacer nuestra voluntad entregados a la maldad mientras somos esclavos del pecado. El pecado ha traído maldición sobre la vida humana y de esta pésima calidad de vida solo podemos salir con la ayuda de Dios por medio de Cristo.»

Los que ya hemos creído en Cristo, debemos sentir compasión por todas las almas perdidas. Pensemos por un momento en el esposo que por sus vicios maltrata a su esposa. Hay que reflexionar en la forma de vida en donde muchos hijos sufren a causa de un padre que vive enraizado en conducta que le lleva a no proveer para el sostén de la familia. Incluso, por encima de todo esto, las personas sin Cristo están acabadas y condenadas. Por esto es por lo que, debemos participar en el plan de Dios para la salvación de la humanidad.

Nunca nuestra actitud debe ser juzgar o condenar a las personas, porque hay que entender que el pecado les rebaza, que no se trata siempre de que quieren ser malos, sino que son esclavos y siervos del mal, por la naturaleza pecaminosa hace que uno practique el pecado, porque nacemos en pecado. Cristo sintió tristeza y hasta pudo llorar a cusa del sufrimiento de las personas, y aun más que esto, entregó su vida para salvarnos. Sintamos compasión por todos los perdidos y hagamos lo que Dios ha puesto a nuestro alcance para salvación.

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