
La vida cristiana es una vida de testimonio. La experiencia con el evangelio modifica nuestra manera de vivir des de lo interno hacia lo externo, por eso nos debemos convertir en testigos naturales de Cristo. La práctica de nuestra fe se hace evidente ante las demás personas, y lo que hay en nuestro corazón queda revelado por nuestras palabras y acciones.
«La forma de vida habitual debe ser la obra del evangelio en nosotros, es decir, el evangelio es el poder de Dios para salvarnos y para transformarnos, por eso sin cesar debemos estar buscando siempre que la palabra del evangelio obre en nosotros de manera activa y eficaz para cambiar nuestro carácter, nuestra forma de ser y que cada día seamos más parecidos a Cristo obteniendo así la madurez de la vida cristiana.»
Que cada una de nuestras palabras tengan como contenido bendiciones en el trato hacia otras personas y que tengan como propósito edificar. Que siempre seamos impulsados por la verdad para que nuestras palabras sean sinceras y reflejen a Cristo. La bondad y la misericordia que hay en el corazón pueden notarse cuando hablamos, con el tono que usamos y con la amabilidad con la que debemos conducirnos con las personas aun en las circunstancias más ríspidas.Nuestra interacción con las personas y nuestra vida pública es usada por Dios para que seamos luz del mundo y sal de la tierra. Dios quiere usarnos en su gracia, por eso nuestra vida debe reflejar la gracia de Dios, la que nos ha mostrado través de Cristo para salvarnos. Debemos ser personas que estemos en el mundo firmes ante el mal, mostrando con hechos lo que resulta del evangelio para una vida correcta que es de bendición y de influencia. Por lo tanto, que nuestra manera de vivir y de comunicar sea conforme al evangelio.