Nuestro cuidado y nuestro destino está en las manos de Dios, y mediante su plan eterno lo ha asegurado todo, porque es justamente a través de Cristo que nos ha salvado. Nosotros no podemos mantenernos por nosotros mismos ante las adversidades de la vida, siempre será necesario el poder de Dios, por eso cada día Dios nos da a conocer su poder para generar en nosotros más confianza y para que así podamos vivir tranquilos y con seguridad.
“Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría, al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén.” Judas 1:24-25
Cuando nos mantenemos en Cristo y estamos en su palabra permaneceremos firmes, porque así es como tenemos comunión con Dios disfrutando sus promesas y bendiciones. Así que, miremos que no caigamos y permanezcamos a salvos frente a la lucha de todos los días. Perseveremos en Cristo, despreciemos las vanidades del mundo y reconozcamos quien es Dios para darle toda la gloria y la alabanza que se merece, así nuestra vida vivirá en gozo y en esperanza siempre.
Estar ocupados en nuestra salvación con responsabilidad implica vivir para la gloria de Dios; nuestra vida debe darle culto a Dios y en todas las cosas hay que reconocerlo como nuestro Dios, es decir, hay que atribuirle todas las cosas buenas que tenemos, iniciando con la salvación y con todo lo que nos da para que el cuerpo sea sustentado. Y por esto mismo, todos nuestros pensamientos, decisiones, planes y acciones deben ser dirigidos a él con el propósito de glorificarlo.
Disfrutemos todos los días de la presencia de Dios con total alegría, confiados y ocupados siempre en su reino, sabiendo que su gloria perdurará para siempre y que por lo mismo sus propósitos para nuestras vidas llegaran a su conclusión. Dios siempre ganará todas las batallas contra el mal y por medio de Cristo nos ha asegurado nuestra salvación.
Por esto, hoy debemos estar ocupados, actuando de manera responsable de nuestro crecimiento cristianos con nuestra fe en Cristo y siendo diligentes y esmerados al usar los medios de gracia para nuestra madurez espiritual y firmeza en el evangelio. Que nunca dejemos de reconocer, que toda la gloria es de Dios por nuestra salvación en Cristo y porque nunca dejará que seamos derribados y destruidos por el mal, ni ahora, ni nunca.