
El destino de Jesús era como el de un cordero inocente, que era sacrificado por la culpa de los humanos. Jesucristo presentó su vida como una ofrenda ante Dios, murió en la cruz para sufrir por la culpa de los seres humanos y para que delante de Dios seamos recibidos y obtengamos el perdón de nuestros pecados.
«La obra principal de Cristo fue su muerte en la cruz, todo lo demás que hizo sirvió como testimonio para que el mundo viera que él era el Cordero de Dios para liberarnos de nuestros pecados y de toda condenación. El pecado es el problema más grande que la raza humana enfrenta, y este mal no puede tener solución si no se cree en Cristo y se recibe su obra sacrificial por medio de la fe.»
Jesucristo cargó con todos nuestros pecados, los llevó a la cruz, por eso, aunque no pecó, fue considerado como un malhechor, murió en medio de lo más vil del mundo y sufrió el abandono de Dios. La consecuencia del pecado, es la maldición de la muerte y la separación de Dios, cosa que Cristo experimentó por nosotros, así fue como el justo murió por todos los injustos. Por esto es por lo que, solo por medio de Cristo, Dios nos declara sin culpa y nos otorga la potestad de ser sus hijos y nos hace participar de toda herencia celestial.Los que no crean en Cristo siempre enfrentarán el desprecio y el castigo de Dios, porque no hay nadie más que pueda agradar a Dios como Cristo lo hizo, ni tampoco nadie puede librarse de sus pecados si no es con el poder del evangelio. Por medio de Cristo podemos perseverar en victoria sobre satanás y el pecado, y todo el tiempo estamos en el proceso de regeneración, porque su muerte y derramamiento de sangre son suficientes para nuestra santificación, hasta que ya no tengamos pecado, porque por eso, él es el Cordero de Dios que quita nuestros pecados.