Amemos a Dios viviendo para él

Dios nos ha amado, por eso nos ha apartado para su gloria. Dios nos hizo de su propiedad con la sangre de Cristo, por eso somos sus hijos y debemos tener toda la intención y la dedicación para amarlo con todo nuestro ser. Dios debe ser lo más importante en nuestras vidas y por eso nuestra vida debe estar dedicada para su gloria y con ese mismo propósito hay que consagrarnos con el evangelio.

«Seamos agradecidos con las bondades de Dios, pues esta es la actitud de los que disfrutan verdaderamente la vida, porque nunca les faltan las bondades de Dios y al reconocerlas la vida se llena de gozo. Solamente cuando hay gozo espiritual la alabanza es sincera y siempre se hace presente ante el Dios amoroso. El agradecimiento nos conduce a la comunión con Dios y es así como somos más y más bendecidos.»

El amor a Dios ocurre como algo natural, ya que cuando tenemos su amor en nuestros corazones despierta en nosotros amor hacia él. Pero también es muy importante que estemos recordando lo que Dios ha hecho en nosotros y por nosotros, por eso al confesar a Cristo como nuestro Salvador, somos alentados para amar a Dios y de manera espiritual somos santificados, así es como podemos dedicarnos con entrega total al Dios que nos ama con amor eterno.

Seamos humildes para reconocer que Dios es nuestro creador y que nos ha salvado sin que lo merezcamos. Cuando actuamos reconociendo a Dios nos llena de su gracia, ya que su favor es solo para aquellos que con temor y confianza se acercan a él por medio de Cristo reconociendo la insuficiencia del alma para estar bien y para poder tener comunión con él. Es así como se acepta que la sangre de Cristo nos santifica, nos une con Dios y que por este medio nos da todo lo que necesitamos, pues Cristo es la expresión de su gran y tierno amor por nosotros.  Manifestemos amor a Dios consagrándonos para su gloria.

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