El deseo de Cristo es que cumplamos con la misión que nos ha encomendado, la de ser de bendición en la vida de las personas para edificación y salvación. Cristo quiere que mutuamente nos cuidemos, procurando nuestro crecimiento en la fe, y que seamos sus testigos hasta lo último de la tierra. Cristo ha prometido proveernos de todo lo necesario para que hagamos mayores obras que las de él, en el sentido de ser los portadores del mensaje de salvación hasta el fin del mundo.
«Con base en la encomienda que tenemos podemos pedir a Dios en el nombre de Cristo, podemos buscar la bendición de Cristo para que seamos prosperados en nuestra labor cristiana. Cuando recibimos la salvación al creer en Cristo, con esa misma gracia nos llegaron dones y ministerios para poder servir en el reino de Dios.»
Nuestras oraciones a Dios siempre deben reconocer lo que Cristo hizo para salvarnos, porque solamente de esa manera Dios puede atender nuestras súplicas, pero también hay que buscar todas las cosas con el propósito de cumplir con el deseo de Dios, porque no hay otro propósito para nuestra existencia, sino solamente glorificarlo por medio de Cristo y disfrutarlo a través de él.
Nuestras oraciones deben ser de acuerdo con el reino de Dios, no debe haber mayor interés en nosotros que el hacer la voluntad de Dios honrando siempre a Cristo nuestro Salvador. Nuestra fe con la que oramos aferrados a Cristo debe llevarnos a querer recibir las respuestas de Dios que él quiera darnos conforme a sus planes y propósitos para nuestra vida y con nuestra vida.
Oremos deseando únicamente lo que Cristo desea para nosotros y con nosotros, porque de esta manera el Padre será glorificado al responder nuestras plegarias y al usarnos para cumplir con los propósitos de su reino.