Dios nos llamó para salvarnos sin que mereciéramos esta bendición

El llamado que Dios hace es a través del poderoso evangelio y cuando somos asistidos por su gracia el Espíritu Santo nos hace atender a ese llamado, así la gracia se manifiesta de manera irresistible y es como experimentamos la salvación. Dios no nos llama para participar de sus bendiciones porque nosotros lo merezcamos, sino porque la divina compasión de Dios, quien al vernos sin oportunidad para salvarnos nos extiende su mano para socorrernos.

“quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos,” 2 Timoteo 1:9 RVR 1960

Dios vino para encontrarnos cuando estábamos lejos de él, perdidos y sin la oportunidad de poder acercarnos por nuestros propios medios, por eso debemos ser agradecidos totalmente con Dios al aceptar que sin él estuviéramos perdidos y sin esperanza. Si alguien aun siente no estar en comunión con Dios, ahora mismo debe aceptar el llamado si siente que Dios le está llamando, este es el momento preciso para poder recibir la mayor bendición.

Ser bendecidos eternamente por Dios con la salvación y con la vida eterna no es por lo que seamos o por lo que hagamos, sino que es por el puro afecto de su voluntad, porque él determinó amarnos a pesar de que merecíamos ser aborrecidos por siempre. Ahora todas las cosas que hacemos muestran nuestra fe en Dios, porque la fe se hace visible por las obras, pero tales obras son el resultado de haber confiado en las obras de Cristo, pues la fe está cimentada en el sacrificio que Cristo hizo para salvarnos.

La fe llega cuando Dios nos llama por medio del evangelio, la fe es con la que respondemos a ese llamado, pero esta fe es también un regalo de Dios, porque Dios la implanta en nuestra vida con el obrar del Espíritu Santo. La salvación siempre estuvo planeada por Dios, así que, antes que hiciéramos bien o mal, Dios ya había decidido darnos el regalo más grande que uno puede recibir, el cual no es por merecimiento, sino solo por el favor de Dios que no merecemos. Así que vivamos contentos y agradecidos porque Dios nos llamó para ser salvos sin tener ningún derecho.

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